Por qué debemos cuidar nuestro intestino

La relación entre el sistema digestivo y el cerebro siempre se relacionó en base a cómo las emociones, pensamientos y preocupaciones cotidianas afectaban nuestro aparato digestivo. La medicina ha demostrado que el intestino contiene más de 100 millones de neuronas distribuidas en un sistema nervioso propio llamado sistema nervioso entérico. Éste se encuentra conectado por vías nerviosas específicamente a las áreas cerebrales relacionadas con nuestras emociones, el sistema inmune y el sistema endocrino. Cuando la función en esta conexión se ve perturbada podemos presentar síntomas gastrointestinales e, incluso, emocionales. Las investigaciones han demostrado que hay una relación bidireccional muy fuerte entre ambos órganos, las alteraciones emocionales repercuten en el intestino y viceversa.

El doctor Marcos Asade, psiquiatra del Hospital de Gastroenterología Dr. Bonorino Udaondo, explica que existen neurotransmisores que se encuentran tanto en células del intestino como del cerebro. Uno de ellos es la serotonina, también conocida como la hormona de la felicidad, que tiene una gran influencia en las funciones del cerebro y en nuestro estado de ánimo. El 90 % de la serotonina corporal se sintetiza en el intestino y tiene implicancia directa en los síntomas gastrointestinales. En este sentido, nuestra dieta es muy importante porque esta hormona se forma a partir de un aminoácido esencial, el triptófano, que sólo se obtiene a través de la alimentación; quedando demostrada la relación entre el cerebro, el intestino, la dieta y nuestro bienestar emocional.

Pero no sólo de una buena dieta se trata. Además de liberar sustancias químicas, en el intestino es donde más cantidad de bacterias se encuentran en nuestro cuerpo, conocidas como “flora intestinal” o microbiota.

En 1908 el profesor Elie Metchnikoff recibió el premio Nobel de Medicina por sus investigaciones sobre la inmunidad. Dentro de sus investigaciones prestó especial importancia a lo que entonces denominó “flora intestinal”. Metchnikoff estaba convencido de que la extrema longevidad de algunos pobladores tradicionales de Europa central se debía al consumo regular de lactofermentos que ayudaban a mantener un microbioma intestinal saludable. Fue el pionero de la investigación científica sobre las bacterias ácidas. Sin embargo esta área de sus investigaciones cayó en el olvido, y sólo recientemente las ciencias biomédicas han redescubierto esta investigación y han comenzado a comprender la estrecha colaboración entre nuestro sistema inmune y nuestras bacterias intestinales.

Son numerosas las funciones de nuestra microbiota en nuestra salud. Las más conocidas son que regulan los procesos digestivos y metabólicos pues generan vitaminas, enzimas digestivas que ayudan la asimilación de nutrientes. Pero además, tienen funciones inmunológicas ya que constituyen una barrera defensiva de primer orden; son la primera barrera contra las infecciones produciendo antibióticos naturales y combatiendo virus. Además, disminuyen el colesterol alto y regulan el envejecimiento, entre otros grandes beneficios.

La alteración de esta microbiota intestinal se asocia con múltiples enfermedades, ya que si nuestra flora intestinal se daña nuestro cuerpo se debilita y es propenso a enfermarse. Debido a la mala absorción de nutrientes que provoca una flora alterada se puede producir un estado de malnutrición. Nuestro sistema inmunológico se debilita y los procesos curativos se alargan, y no somos capaces de defendernos ante cualquier infección.

¿Cómo podemos fortalecer a las bacterias intestinales?

Lo primero y principal es realizar una dieta variada y sana. Se recomienda beber 2 litros de agua al día, ingerir por lo menos 400 g de verdura variada cada día, consumir legumbres 2-3 veces por semana, 3 frutas al día, y una porción de 30 gr de frutos secos.

Pera además, siendo conscientes de nuestro microbioma, podemos ayudar al intestino; por un lado, consumiendo alimentos prebióticos, llamados así porque proporcionan azúcares complejos que contribuyen a la nutrición de las bacterias intestinales. Los prebióticos son alimentos ricos especialmente en fibra, esencial para regenerar la flora intestinal, especialmente presente en frutas y verduras. Es por ello, es aconsejable incluir en la dieta alimentos como manzanas, fresas, kiwis, peras, semillas, verduras de hojas verdes e higos.

Y, por el otro lado, ingiriendo los famosos alimentos probióticos, que son aquellos que aportan bacterias benéficas vivas que colonizan nuestros intestinos como por ejemplo los productos lácteos fermentados como el yogurt, el kéfir, chucrut, quesos fermentados que son ricos en lactobacilus, entre otros. En definitiva es recomendable consumir alimentos con probióticos, ya que éstos actúan como una barrera protectora contra los microorganismos no deseados, y mejoran nuestro sistema inmunológico.

En definitiva, si cuidamos nuestro intestino, estamos cuidando la salud de nuestro cuerpo y nuestro bienestar emocional.

Y siempre, ante cualquier síntoma, debemos consultar a un médico.